sábado, 11 de diciembre de 2010

Va de retro: Ranma 1/2

"Yapapa yapapa y te saludo a ti, yo no tengo prisa me querrás a mi. Yapapa yapapa y te saludo a ti, yo soy luchadora hay que ser asi".
Pocos podían imaginar que tras semejante lírica, mamarracha hasta decir basta y digna de la mismísima Tamara (Aka Yurena, Ámbar, Almíbar o como cojones se llame) se escondía una las series más divertidas que han desfilado por las parrillas televisivas patrias.


Creada por Rumiko Takahashi allá por 1987, esta serie (con su manga homónimo) nos narra la vida de Ranma Saotome, un joven de trenza y ropas chinescas (hortero que es el nene) con una peculiaridad: al entrar en contacto con agua fría se transforma en mujer (cuando lo normal es, como mucho, que se te encoja). El origen de dicha maldición es que Ranma cayó en un estanque maldito*, valga la redundancia, durante un entrenamiento en China.
Este simpático travestido no vive solo su desgracia, pues su padre Genma tiene una tara similar, con la diferencia de que en vez de mujer se transforma en panda (me refiero al oso, no al coche, ni que fuese un Transformer). La única manera que ambos tienen de volver a su estado natural es remojarse en agua caliente.
Pues bien, a su regreso de China se presentan en casa de Soun Tendo, un viejo amigo de Genma, que se encuentra con semejante estampa goyesca en la puerta de su casa. Soun vive con sus tres hijas (la Niña, la Pinta y la Santam... ah no, espera: la tonta, la pija y la machorra). Hasta aquí todo es relativamente normal, lo que realmente liará un cipote de cuidado es que ambos amigos habían pactado un matrimonio entre Ranma y la menor de ellas: Akane (si, habeis acertado, la machorra) y al principio ninguno está mucho por la labor. Sólo con el transcurso del tiempo y los tropecientos capítulos de los que consta la serie, sabremos el devenir de esta extraña pareja (y aun así, sólo el manga tiene final, pues la serie de animación quedó inconclusa).


Uno de los grandes alicientes de Ranma 1/2 era la exagerada cantidad de personajes secundarios que pululaban por la serie, a cada cual más loco y divertido. Entre otros muchos, destacaría a Ryoga Hibiki, un muchacho que se desorienta hasta en el pasillo de su casa y que al contacto con agua fría se transforma en P-Chan, un cerdito vietnamita que estoy seguro le ha dado más dinero a su autora (cosas del Merchandising) que cualquier otro personaje de la serie.

Bazinga! te enseña a ahorrar: arma tu propio Pchan de papel y no te arruines el próximo Salón del Manga

Resumiendo (que me estoy enrollando demasiado y me tengo que tomar la medicación): Una serie hilarante, clara herencia de otras obras de Rumiko (como "Lum, la chica invasora") que gozó de una merecidísima popularidad y a la que hoy le dedico esta humilde reseña.






*Estos estanques atienden a una lógica aplastante: El ente, bicho, animal de compañia o cosa que se ahogase en ellos es lo que hace convertirse en tal cual cosa. Es decir: si te caes al estanque donde se ahogó una rata, pues te conviertes en rata; si te caes a un estanque donde se ahogó un lobo, pues licántropo que te vuelves; que te caes a un estanque de vómito, pues te transfomas en Jimi Hendrix, y así sucesivamente.

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